martes, 14 de junio de 2016

De doler y de duelar

El testimonio de mi prima Edith fue muy breve. Ella no vio nada de lo que pasó afuera. Estaba en la casa de sus tíos, al cuidado de su abuela. Su abuela se descompuso y su primo se hizo cargo de la situación. Le dijeron: no cuentes nada.

Me vio a mí. A mí corriendo alrededor de un sofá. No lo dijo ayer pero me lo contó hace tiempo: corría llamando a mi papá. El sofá lo recuerdo. Era naranja y áspero. Escucho hablar de esa niña-que-fui y me pregunto cosas que antes no me preguntaba, como: ¿cuánto tiempo habré estado con los pañales mojados? ¿habré estado separada de mi madre, en las manos de un extraño? ¿habré llorado mucho? Lloraba mucho, esto recuerda otra prima, sentada sobre una cama en la pieza de la Francisca, mientras esperaba que vinieran mis abuelos a buscarme. Escucho hablar de esa niña-que-fui y no puedo evitar pensar en Tilo y me duelo yo misma como si fuera mi propia hija. 

2 comentarios:

Sasa dijo...

Ayy pañales mojados nunca! Abrazos a mi killjoy sister desde tren a Bologna.

Ju dijo...

Te entiendo, porque uno en el fondo se pregunta qué pueden haber sentido otros en tales situaciones, pero cuando sos madre, las preguntas obvias, pueriles, atraviesan lo cotidiano: preguntas de madres y padres, y en este caso, además, de hija. Hambre, frío, extraños, pañales. Cosas que viviste como hija, en ese recuerdo no recuerdo esmerilado, y en ese hoy de madre.
Abrazo:

Ju